miércoles, 1 de febrero de 2012

Un delito, dos delitos...

Como si no fuera poco que secuestren a un embajador extranjero en cualquier calle de nuestra ciudad, hoy leo en el periódico que el vehículo de la víctima había sido utilizado en otro secuestro (El Nacional, Noticias 24).

Esta forma de actuar me resulta familiar, ya que hace varios años mi padre fue secuestrado para quitarle el vehículo, que apareció abandonado dos días después. Luego supimos que los plagiarios lo habían utilizado en un robo.

Nadie se libra de ser víctima de la inseguridad que al galope cubre nuestra Venezuela. No es que en las estadísticas estemos mejor o peor que otros países, sino que cada vez estamos peor que nosotros mismos.

Y es que la impunidad, aunada a la desconfianza del público de la eficiencia de las autoridades, dejan a los delincuentes toda la libertad de acción que puedan desear para ejecutar sus delitos.

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